HELENA OSPINA
LIZARRALDE

Esta instalación propone crear un espacio físico a partir de la utilización de elementos simples y modestos que rodean al espectador haciendo que las percepciones de espacio y tiempo se pierdan, es una experiencia casi espiritual que busca conectar al espectador con su propio tiempo presente a partir de una mediación entre lo banal y lo profundo, demostrando que para lograr esta conexión no se necesitan grandes sucesos ni herramientas espectaculares.

 

Desde mi punto de vista lo fascinante y verdaderamente valioso está ocurriendo cuando estamos esperando, de la forma más sencilla, que suceda lo espectacular. En los momentos más simples, en los que aparentemente no sucede nada, es cuando en realidad están las grandes cosas, pues es de esa manera que logramos vivir el verdadero tiempo presente. 

 

Se cree que procurar un lapso en el que no ocurra nada implica hoy en día un proceso de desconexión de los dispositivos que nos rodean. Pareciera entonces fácil vivir en el ahora; sin embargo, vivimos en una sociedad motivada por la presión de una especie de aceleración incomprensible vinculada a las nuevas tecnologías. Usualmente el tiempo se nos pasa, no vamos con él, y la sensación de querer atraparlo es similar a la de evitar que el agua se nos salga de las manos. 

 

El afán que nos produce la idea de quedarnos sin tiempo conspira contra la posibilidad real que tenemos de vivir a plenitud el poco o mucho tiempo que nos queda, así cualquier tiempo es tenido como poco. Esto no solo sucede en algunos sectores de la sociedad, la prisa se ha contagiado a todas sus esferas incluyendo el campo del arte. Es por esto que me cuestiono no solo la manera en que vivimos e interactuamos los unos con los otros, sino también la forma en que realizo mi trabajo como artista.

 

Aunque es el resultado de un proceso realizado bajo las condiciones de los tiempos actuales, mi trabajo intenta a su vez generar una alternativa a las mismas creando un espacio para la reflexión y el pensamiento. 

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